La Brecha Digital de Género

Nos cansamos de escribir, hablar y, por razones egoístas, quejarnos de la Brecha Digital. Lo hacemos cuando uno de nuestros abuelos, no a él sino al sistema, nos pide que solucionemos un problema con su teléfono o su ordenador, para hacer una compra compleja, pagar un impuesto, pedir una ayuda o encontrar un producto que ya no está en las tiendas; o, lo que es peor, cuando descubrimos que ha sido víctima de una estafa, demasiadas veces legal y por parte de una institución o gran empresa. ¿Por qué sino pedimos cursos o talleres para combatirla? Si exigimos a la banca que no cierre oficinas, no es por nosotros, que apenas la pisamos, por lo cual es mucho más difícil que nos dejemos engañar por un producto trampa, dado que en cambio de escuchar al vendedor, antes de firmar leemos el contrato.
La Brecha Digital afecta gravemente al bienestar de nuestros abuelos. Si pedir cita al médico o revisar las recetas, se ha convertido en una odisea para la mayoría, imaginen lo que llega a ser para alguien de la tercera edad, que es quien más lo necesita. Ya no digamos revisar los ahorros o la cuenta bancaria, si una empresa de servicios comete fraude. No obstante, pocas veces o ninguna hablamos de la Brecha Digital de género en el mundo profesional; sin embargo, existe y es más lacerante y, a nuestro modo de ver, injusta.
Una de las muchas creencias que circulan por la red, es que ya de muy pequeños, quizá por su construcción mental, los niños son más proclives a utilizar juegos digitales. Y no es algo que a otras generaciones debiera sorprender. Sus abuelos, por ejemplo, han de recordar aquellas tardes tras salir de la escuela, ir al bar a jugar con máquinas de Pinball o futbolín.
¿Cuántas chicas participaban?, ninguna.
Por entonces, nadie o muy pocos se extrañaban. Incluso las pocas feministas de la época trataban con indiferencia lo que ahora bautizamos como Brecha. Para ellas e incluso ellos, era simplemente un problema social, típico de bar, que los más progres pretendíamos combatir por razones poco prosaicas.
Para muchos, este modelo de comportamiento de origen claramente machista, ha terminado comportando una desigualdad cultural entre hombres y mujeres con respecto al uso experto de las tecnologías, que dificulta la integración de las mujeres en el mundo tecnológico.
Obviamente, el origen de las diferencias de sensibilidad entre el género masculino y femenino parte de algo más profundo y ancestral, que algunos lo circunscriben en la genética, idea con la que no podemos estar de acuerdo. Sin embargo, aunque seamos conscientes que esas diferencias marcan el camino de su futuro aprendizaje a través de los juegos que escogen, tanto en su infancia, pubertad y hasta adolescencia, y con el paso del tiempo los gustos y habilidades futuras como adultos, en este trabajo no entraremos en ellas. Lo que nos interesa es la brecha que provocan y cómo debemos afrontarla.

A nadie escapa el tipo de diferencia profesional existente entre géneros. Si estudiamos el porcentaje de cada género en las distintas profesiones, descubrimos que en las tecnológicas prolifera el masculino, mientras que en las sociales el femenino. A esas debemos añadir las que atañen a la sanidad, donde las mujeres rápidamente van penetrando en los estratos más elevados. Difícilmente verán ustedes a una mujer en lo alto de una escalera, instalando una nueva línea de fibra óptica, un tendido eléctrico o una red informática. Sin embargo, si entran en un centro sanitario, sea público o privado, tras los mostradores verán muchas más mujeres que hombres, en los despachos de enfermería lo mismo, y en los de médicos a partes iguales. Si usted entra en una empresa de, por ejemplo, instalación de ascensores, en la oficina probablemente encontrará mujeres, mientras que en el taller o en la sección de instaladores a hombres. Eso nos lleva a pensar, al menos en el ámbito laboral, que las mujeres utilizan las nuevas tecnologías con más asiduidad que los hombres, para la administración ellas y para cuestiones técnicas ellos. En el personal, las mujeres mayoritariamente utilizan las redes para desarrollar comunicación social, mientras que los hombres para exploración y diversión. A eso le debemos añadir el ciberacoso. Es decir, la mujer debe defenderse e instalar barreras digitales para evitar la filtración de conversaciones, imágenes y datos en general; lo cual provoca desánimo y autorrepresión.
¿Tienen algo que ver esos dos últimos puntos, en la posterior falta de profesionalización de la mujer como experta en TIC?
Cabe la posibilidad, pero lo dudamos.

Pero vayamos a la realidad de los datos.
El informe «She Figures 2021» de la Comisión Europea asegura que la mujer ha o está adelantando al hombre en muchos aspectos laborales y del mundo académico, aunque eso cuesta extrapolarlo a los salarios. Dejando de lado la obviedad que todos los excesos son malos, es decir que lo óptimo no es que ellas lleguen más lejos sino que tengan las mismas oportunidades para llegar lo más lejos posible, si analizamos los datos veremos que a nivel de grado y máster, las mujeres ocupan el 54% del alumnado y el 59% de las titulaciones. Es decir, que si antes las mujeres abandonaban antes los estudios, ahora es al revés, con una diferencia del 4% como alumnado y el 9% en titulación. En doctorados, sin embargo, son el 48%. Es decir, que la ventaja del 9% que llevaban se pierde por completo y retroceden un 2%. Una cifra que a título de estudio puede ser relevante, pero no preocupante. Sin embargo, las diferencias se disparan cuando valoramos los distintos campos, como por ejemplo las TIC, donde solo el 19,1% se titula de tercer grado. Sin embargo, en este caso concreto de las TIC, las mujeres ocupan el 22% del doctorado. Esas pequeñas pero importantes diferencias pueden deberse a la más o menos facilidad para encontrar trabajo u otras razones que invitamos a nuestros lectores a estudiar.
En cuanto a personas empleadas en Europa, con respecto a las titulaciones en TIC, según Eurostat la desproporción aumenta algo más, solo el 17,2% de los trabajadores son mujeres. Es decir, que el porcentaje disminuye un 1,9%, que como cifra es pequeña, pero como proporción dentro de ella es muy elevada, del 10%, que es ocupado por hombres.
Aunque la diferencia se mantenga muy elevada, esta cambia en cada país, más por la política educativa y de empleo que por su situación sociocultural o económica. España, por ejemplo, está en 18,1%, un 0,9% por encima de la media europea, que por irrisorio que parezca, es superior a la de países aparentemente más ricos y cultos, como Bélgica, que apenas llega al 11% de la población.

Volviendo al principio, a la presunta brecha digital en cuanto al juego y su desarrollo tecnológico.
Una de las cosas que más nos debería sorprender es nuestro error, que una vez comprobado nos hace dudar de todas esas ideas enraizadas por falsas certidumbres. O quizá sería mejor decir prejuicios sexistas.
Antes hemos apuntado que en su adolescencia las mujeres dejaban de lado el juego digital, cosa que por su extrema y machista sexualización no debería extrañarnos (debemos también tener en cuenta la hipermasculinidad de los protagonistas masculinos). Sin embargo, nada más lejos de la actual realidad. Aunque en el pasado fue nefasto, actualmente el número de jugadoras ha aumentado hasta llegar al 40%, En España el 42% según algunas publicaciones especializadas. Y es obvio que no hay igualdad, sin embargo, quince años atrás solo ocupaban el 15%, lo cual nos indica que más pronto que tarde esta llegará. Por contra, la presencia femenina en la industria del videojuego es del 16%; un dato que podemos relacionar directamente con el anterior, si tenemos en cuenta y creemos en la premisa que antes de la profesión está la afición.
Con respecto al número de figuras femeninas, protagonistas o heroínas en los videojuegos, ha aumentado considerablemente, pero siguen siendo minoría, aunque de mucha calidad. Solo el 18% de los videojuegos presentados en el 2020 tenían como protagonista a una mujer. Y, lo que es peor, muchos de los juegos con hombres como protagonistas, sexualizan el cuerpo de la mujer o la muestran como un ser indefenso que ha de ser rescatado, defendido o simplemente de adorno.
Las mujeres jugadoras participan muy poco en juegos online, solo el 15% de los jugadores son mujeres, y esas participan muchas menos horas que los hombres, probablemente por hartazgo del machismo y la agresividad sexual que circula entre muchos jugadores masculinos, que para cubrir sus fracasos o incluso por psicopatía, degradan con crueldad y conscientemente a sus oponentes femeninas, con la brutal idea de que en una guerra todo vale o por miedo a verse superados por el “sexo débil”.

El crecimiento humano o su desarrollo, depende directamente de la conectividad. Su enriquecimiento y su futuro son directamente proporcionales a la capacidad de intercambiar el conocimiento. Todo eso nos hace pensar que la Brecha Digital solo podremos encontrarla en el trabajo de desarrollo tecnológico, no en su uso.
Habiendo aceptado que la digitalización nos ha de llevar a un nuevo estrato de riqueza y conocimiento, la brecha digital significaría para las mujeres un retroceso en ambos puntos, algo que damos sino por imposible, indeseable.
En Occidente, al menos en Europa, las diferencias se van superando. Como ejemplo tenemos los países nórdicos, con Finlandia a la cabeza, donde ya en 2010 el 89% de las finlandesas hacían uso frecuente de internet y las TIC, frente al 90% de los finlandeses.
A medida que las nuevas generaciones de mujeres utilicen la red para el juego y la diversión, la Brecha Digital en el desarrollo experto de internet irá desapareciendo, tal como ha sucedido con infinidad de profesiones que al principio les estaban vedadas, como por ejemplo la carrera médica y la abogacía. Pero para eso hemos de potenciar, sea desde la industria como del Estado y la escuela, el desarrollo de juegos interactivos que muestren la igualdad entre sexos, que sus protagonistas sean tanto mujeres como hombres y que entre ellos y ellas no se pueda distinguir diferencias, tanto en sus actos como la manera de llevarlos a cabo. Así mismo tener presente las distintas etnias y razas, e incluso encontrar el modo de integrar varios conceptos de belleza, para evitar la fijación en unos parámetros de la misma.

-La educación.

Distintos estudios muestran una diferencia de conductas desde la misma infancia debida, al menos en parte, por las distintas capacidades entre niñas y niños. Los niños desarrollan su musculatura y crecen más rápidamente; son, en suma, más fuertes, por lo cual sus habilidades se centran en lo físico. Está comprobado que los hemisferios del cerebro de las niñas se conectan mucho antes que el de los niños, por lo cual sus habilidades son más intelectuales, comprenden antes y mejor las interacciones sociales. De lo que no estamos seguros y dudamos de que alguien lo esté, es si esas diferencias son naturales o el resultado de una herencia cultural que abarca muchos milenios. La experiencia nos demuestra que con una educación igualitaria persistente, esas diferencias tienden a atenuarse y facilitar no solo la disminución o eliminación de futuras brechas sino que al interactuar niñas y niños juntos, su desarrollo será más completo.

-Creencia de autoeficiencia.

El resultado de una educación deficiente conlleva que las personas en general, principalmente las mujeres, limiten su futuro profesional por creerse débiles, en inferioridad o con menos oportunidades laborales frente a los hombres, cuando en realidad están muy capacitadas.
Con una educación mucho más igualitaria y participativa, principalmente durante la infancia y al principio de la pubertad, con juegos en que cada niño o niña pueda desarrollar sus habilidades, abriría nuevos horizontes de futuro, no solo a las mujeres sino también a los hombres.

– El respeto.

Y ya centrándonos en la adolescencia y los juegos online, que es dónde más diferencias y conflictos encontramos, dado que el agresor apenas recibe reprimenda por parte del resto de jugadores masculinos, quizá porque esperan una respuesta defensiva por parte de la jugadora, acorde a la agresión recibida, creemos que el método ideal para combatir este tipo de insultos y desprecios sexistas, no es la expulsión sino la penalización con puntos en base a un reglamento, que indudablemente termina aislando instintivamente al agresor.
Por sus características, principalmente de acción, estrategia, etc., creemos que en el mundo gamer, la estupidez y la torpeza están peor vistas que agresión verbal, por lo cual los jugadores penalizados por su incontinencia verbal y su sexismo, serán más despreciados, incluso por quienes comparten sus ideas.

– Lucha contra el ciberacoso laboral.

Una de las situaciones que más encontramos en cada uno de los ámbitos laborales es el ciberacoso, que tal como comentábamos anteriormente y en caso de no encontrar respuesta por parte del resto de compañeros de trabajo, afecta negativamente a la capacidad profesional de la víctima y a su salud mental, habiéndose dado casos de abandono del trabajo, depresión e incluso el suicidio. España es pionera en legislar específicamente contra el ciberacoso, sin embargo, muy circunscrito al de menores, principalmente si es de adulto a menor de 16 años (Capítulos I al VI inclusive). En el caso laboral, la legislación apenas contempla el ciberacoso, siendo más responsabilidad de la empresa o de sentencias que puedan dictar norma, pero solo laboral.
La Constitución Española, sin embargo, en su artículo 18 dice:

  • 1) Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen.
  • 4) La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.

Lo cual abre la posibilidad de legislar, de manera coercitiva, para evitar el ciberacoso; y obligar a los distribuidores de juegos online, las empresas, universidades y centros administrativos del propio Estado, a disponer de sistemas de alerta y denuncia independiente.

Para este artículo, además de las referencias antes enlazadas, nos hemos ilustrado con el magnífico trabajo dirigido por Nira Santana Rodríguez, de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria.

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