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CULTURA LIBRE – QUÉ ES Y POR QUÉ LA QUEREMOS

La libertad es consustancial en el ser humano. La primera premisa para que el ser humano sea feliz es la libertad, sin ella la felicidad es imposible. Y una de las cosas que nos hace humanos es sentir empatía hacia los demás, siendo debatible si a la ecuación debemos añadir el resto de seres vivos. Es decir, que la felicidad individual no solo depende de sentirnos libres individualmente sino también como comunidad. La libertad debe entenderse pues como un derecho inalienable de todos los seres humanos, no solo individualmente sino como sociedad, por lo cual ningún ser humano podrá, durante el ejercicio de su libertad individual, impedir la de otros.
La segunda es el bienestar, sin él la felicidad es una quimera. Vivir con dignidad, sin miedo al futuro más inmediato. Para cualquier ser humano es difícil entender la felicidad con hambre, sin un techo bajo el que cobijarse, temiendo constantemente por su vida o viviendo en un entorno insano.

¿Qué es y representa para nosotros la cultura libre?

Una de las facetas más importantes para sentirnos libres es poder disponer la capacidad de aprender, y eso no es posible si la sociedad instala impedimentos a la libertad del conocimiento, es decir, si crea mecanismos para impedir que todos los seres humanos, independientemente de sus recursos, creencias, razas o lugar donde vivan, puedan disponer libremente de la ciencia. Y nuestra sociedad, con diferentes niveles de calidad de vida y de recursos monetarios, ha creado esos mecanismos.

Un joven investigador vietnamita, por inteligente que sea nunca podrá acceder a los medios de investigación de uno del primer mundo, a no ser que sea sumamente rico. Muchos ciudadanos europeos poco agraciados por la fortuna, en su mayoría hijos de inmigrantes, aunque quizá menos que el vietnamita, también tendrán dificultades para acceder a la información necesaria para su crecimiento intelectual, si no es a costa de grandes sacrificios. Y tanto el vietnamita como esos europeos, no solo tendrán dificultades para conseguir la información de otras sociedades sino incluso la desarrollada en las suyas.

La cultura no solo es música, teatro, novelas o pintura; también es libros de texto, ciencia, investigación y el desarrollo de nuestras aptitudes e inquietudes intelectuales. Y la cultura libre promueve que el ser humano pueda desarrollarlas sin ningún impedimento externo y artificial, es decir que los distintos estados, dando igual su tendencia ideológica, sea a través de individuos, empresas de gestión, editoriales o universidades, que administran la investigación y el arte, no puedan impedir su libre circulación.
Actualmente la sociedad protege a los creadores a través de la propiedad intelectual. El creador ha utilizado mucho esfuerzo, tiempo y estudio, antes de conseguir su meta. Para él ha sido un trabajo, más o menos remunerado según el valor que le dé la sociedad. Es obvio, por tanto, que tanto los creadores como los innovadores necesiten un reconocimiento. Sin embargo, para mantener la creatividad y la innovación, tan necesario es este reconocimiento como su propia limitación. Las leyes que limitan la propiedad intelectual deben servir para que otros seres humanos puedan trabajar sobre las creaciones e innovaciones de sus antepasados, y como más ágil y breve sea, más creatividad e innovación habrá. Ningún pintor podría desarrollar su arte sin un pincel y el lienzo, y obviamente, ninguno de esos dos artículos están sujetos a derechos de autor. Y así podríamos poner ejemplos hasta el aburrimiento. El desarrollo del arte, la ciencia y la cultura en general que hoy disfrutamos, no serían posibles si en sus inicios hubiera habido alguna ley que impidiera su libre circulación.

En el 2012 cientos de científicos decidieron boicotear a la compañía holandesa Elsevier por sus prácticas monopolísticas y deliberadamente contrarias a la libre circulación del conocimiento. Esta editorial no solo pretende apropiarse de las investigaciones financiadas con fondos públicos, sino también cobrar exageradas sumas de dinero por publicación. Desde entonces no han sido los únicos, en otro momento pero por las mismas circunstancias, más de mil científicos boicotearon la editorial mencionada y de rebote algunas más. Sin embargo, la realidad es que los científicos no saben dónde publicar sus trabajos. Las revistas científicas y académicas privadas han sabido defender su hegemonía adquiriendo las que osaban publicar a un precio asequible o en código libre. De hecho han conseguido el poder de decidir quién publica y quién no, cobrando tanto por publicar como por la lectura, obligando a adquirir bloques de revistas, la mitad de ellas sin ningún interés. Es habitual encontrar universidades que han de pagar por obtener los trabajos escritos que ellas mismas han realizado y pagado por publicar.
Un ejemplo de la hegemonía adquirida por esas editoriales lo podemos ver en el trabajo publicado por el Instituto Gamaleya en Lancet. Los investigadores y universidades de la Federación Rusa, por importantes y exitosos que sean sus descubrimientos, no utilizan las publicaciones occidentales sino las suyas, que son públicas; pero hasta que Lancet las hiciera públicas, supuestamente tras haber cobrado una buena suma, la vacuna creada por el Instituto Gamaleya no obtuvo el beneplácito de buena parte de la sociedad científica occidental, además de sus medios de comunicación que hicieron eco de la noticia, convirtiendo en cómplice al resto de la población. Es decir, revistas como Science, Nature o la misma Lancet, son las que deciden y regulan las subvenciones, los salarios de los científicos implicados y el éxito o fracaso de una investigación, que como más de una vez se ha comprobado, pueden ser meras apropiaciones o copias de otros investigadores.

En el mundo editorial científico coexisten dos maneras de publicar, la privada, que predomina en el mundo anglosajón, y la pública en código abierto, que normalmente puede encontrarse en el resto del mundo. Eso no debería ser un problema sino fuera por la aplastante supremacía del mundo anglosajón con respecto a la economía de la investigación, acrecentado por el idioma. En el mundo latino y centroeuropeo, las pocas editoriales públicas o financiadas por las mismas universidades, mayoritariamente publican en las lenguas del país de origen, generalmente los trabajos de menor importancia. Si un grupo de científicos o una universidad desarrollan un trabajo merecedor de llegar a todos los rincones del mundo, con la pretensión que se tenga en cuenta, no les queda otra que publicar en las revistas de más prestigio, siendo este determinado por sus accionistas, es decir grandes laboratorios y corporaciones, que son quienes absorben la mayoría de inversiones en investigación. Es decir, que el premio lo da el premiado.
El autor o universidad que consigue publicar en estas editoriales, tras ser aprobado su trabajo por las mismas, si decide que el mismo se distribuya en código abierto ha de pagar por ello (en el caso de las universidades, quien termina pagando es el contribuyente, directamente si son públicas o a través de subvenciones si privadas), por lo cual solo pueden acceder a esta modalidad los autores que tienen más recursos o las organizaciones de las que dependen. En este caso el código abierto es parcial y perpetúa la hegemonía del conocimiento de una sociedad concreta y escogida a propósito.

Es lógico que una editorial privada busque beneficio, que, como antes hemos explicado, lo consigue a través del cobro por publicar y de la venta de las revistas. Ahora bien, el problema deviene cuando las grandes empresas, las grandes farmacéuticas por ejemplo, mantienen vínculos económicos con dichas publicaciones. Es evidente que las editoriales, además de cobrar por publicar, por interés geoestratégico tendrán mucho cuidado con el origen de lo que publican, si puede afectar a sus socios o a los países de quienes dependen.

A nosotros, que como piratas abogamos por un mundo sin fronteras físicas ni políticas, no nos entra en la cabeza la actual situación de la cultura en el planeta.
En un mundo global y en los inicios de la revolución digital, con la interconexión prácticamente inmediata de todas las personas, donde ya apenas se utiliza el papel, y lo que escribimos ahora mismo, en unas décimas de segundo puede ser leído en las antípodas, incluso por la marinería de un mercante en medio del mar, creemos que es absurdo impedir la libre circulación de las ideas, la ciencia y la cultura en general.

Bibliografía:
Licencias CREATIVE COMMONS
Cultura Libre o Derechos de autor ¿una disyuntiva innecesaria en el siglo XXI?
Cómo los grandes medios usan la tecnología y las leyes para encerrar la cultura y controlar la creatividad


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