El Índice de Desarrollo Humano, ¿una nueva magnitud para suplir el PIB?
El 4 de enero de 1934, por encargo del Congreso estadounidense Simon Kuznets desarrolló la magnitud macroeconómica llamada PIB, que debía servir como un referente más a los gobiernos para diseñar sus políticas macroeconómicas. Durante su presentación, él mismo ya advirtió que no se podía utilizar para medir o valorar el nivel de vida o de bienestar de una sociedad. También explicó que se había de valorar el coste en relación al beneficio, tanto a medio como a largo plazo. De hecho Simon Kuznets se estaba anticipando a lo que hoy llamamos coste medioambiental.
De un tiempo a esta parte son muchas las voces que se han levantado contra el PIB como magnitud para medir la riqueza de una sociedad. No deja de ser paradigmático que Nueva Zelanda, uno de los países más ricos del mundo, haya sido el primero en abandonar el PIB como medida macroeconómica para valorar su riqueza. Este movimiento, si lo podemos definir así, se ha extendido por todos los estamentos, principalmente en la política pero también entre los mismos economistas. Actualmente es difícil encontrar uno que, de manera abierta y sin subterfugios, utilice el PIB como indicador del bienestar o nivel de vida de una sociedad. Sin embargo, seguramente por carecer de otro indicador, son reacios a abandonarlo para medir la riqueza de esa misma sociedad. Y no hace falta ir muy lejos para verlo, solo hay que entrar en alguna página de prestigio especializada en economía, sin importar demasiado su tendencia ideológica, y escribir PIB en su buscador para darse cuenta de ello.
¿Qué es la riqueza?
Riqueza es la abundancia de recursos materiales e inmateriales de una persona o de una sociedad. En este caso estamos hablando de sociedades, y el PIB, aunque erróneamente, es el actual sistema de medirla en ellas. El PIB per cápita se calcula dividiendo el montante total por el número de habitantes. Una sociedad puede tener un PIB muy elevado, aunque solo en unas pocas manos; sin embargo, el PIB per cápita sería igualmente elevado.
Para medir la desigualdad se suele utilizar el coeficiente de Gini, ideado por el italiano Corrado Gini. A más elevado, más desigualdad. En Europa, por ejemplo, los países más desiguales son Lituania, Rumanía y España por este orden; mientras que los más iguales son, evidentemente, los del norte, siendo Islandia el más igual.
La riqueza de una sociedad en principio no debería tener nada que ver con su reparto, sin embargo, no es coincidencia que las más igualitarias sean a su vez las más ricas. Una sociedad con un elevado nivel de igualdad goza de mayor seguridad, paz social y previsibilidad, y esos tres factores son primordiales para generar confianza económica y prosperidad. No es de extrañar que las inversiones de calidad y a largo, prefieran una sociedad previsible, segura y con paz social, antes que otra sin ellas, aunque las expectativas de beneficio a corto sean muy inferiores.
El Producto Interior Bruto
No queremos, en este artículo, extendernos demasiado sobre la manera que se calcula el PIB, existe mucha documentación al respecto, incluso puede encontrase en muchos vídeos de la red, que en apenas diez minutos lo explican al detalle.
Hay muchas maneras de alterar el PIB, principalmente con respecto al modo de valorarlo, de eso que los economistas escojan, como sistema de cálculo, el llamado PIB real, es decir el que utiliza un sistema de valores constantes, en cambio de los existentes en el momento del cálculo. De este modo la valoración es más exacta. No obstante existen algunos factores que el cálculo no tiene ni puede tener en cuenta, unas veces por falta de datos y otras por no saber valorarlos.
- El primero es la economía sumergida, que por muchas estimaciones y ajustes que se hagan, es imposible conocer su magnitud.
- El segundo es el cambio de formato de las unidades a calcular. Un cambio de excipiente, marca o envasado, o la disminución o aumento de la calidad de los productos.
- El PIB no refleja la riqueza creada por la generación doméstica de riqueza y tampoco la que se genera a través del voluntariado.
El PIB tampoco refleja algunos costes que comporta, tanto de desgaste de la naturaleza, pérdida de recursos, como de esfuerzo o sacrificio humano. Esos tres factores ya son suficientes para desechar el PIB como magnitud para medir la riqueza. Es decir, el PIB de una sociedad puede aumentar gracias a sacrificar salud, esperanza de vida o bienestar; también puede aumentar por esquilmar sus recursos naturales y la destrucción del medioambiente, lo cual lleva a que otras generaciones deban hacer un esfuerzo añadido para recuperarlos, o sacrificar parte de su PIB por su irremisible pérdida.
- No valora el coste de las externalidades negativas, como el deterioro de la naturaleza. (Actualmente la Federación Rusa está destinando muchos de sus recursos para reparar el deterioro medioambiental de la industrialización durante período de la Unión Soviética)
- No tiene en cuenta la pérdida de recursos. Por ejemplo, la extracción de un valioso metal del subsuelo hace que aumente el PIB, olvidando su pérdida como recurso futuro.
El PIB no tiene en cuenta el desarrollo humano de la sociedad objeto de la medición, aunque en la mayoría de los casos vaya en acorde con ella, ya que su producción es uno de los índices que se utilizan en su cálculo. Sin embargo, existen suficientes ejemplos de sociedades que, para mantener el crecimiento del PIB, han sacrificado el desarrollo humano.
- La esperanza de vida y el porcentaje del gasto sanitario asumido por el Estado.
- El nivel educativo y también el porcentaje del gasto que asume el Estado.
- Los metros cuadrados de vivienda por ciudadano, cómo están repartidos y el número de ciudadanos sin ella.
- El nivel de contaminación que soporta cada ciudadano y su peligrosidad
El PIB es la suma de varios factores, entre ellos el gasto que puede hacer el Estado, igual que las empresas y los particulares. Es decir, para que aumente el PIB no es necesario que la sociedad utilice sus recursos de manera positiva, incluso haciéndolo negativamente puede aumentar. En pocas palabras, si el Estado contrata un albañil para levantar un muro inútil en una calle cualquiera, el PIB aumenta, si más adelante lo contrata para derribarlo, también hará que el PIB aumente, y así sucesivamente hasta el agotamiento.
Este ejemplo que parece tan inverosímil lo hemos vivido directamente en nuestra sociedad con la construcción de grandes infraestructuras que no sirven de nada, como los aeropuertos sin aviones, o las líneas y estaciones de AVE sin pasajeros. En esos casos el aumento de PIB ha ocasionado una triple pérdida de recursos de la sociedad, primero porque carecen de utilidad, segundo por el coste ambiental que han representado y, por último, no debemos olvidar que antes de su construcción, el territorio utilizado generaba una riqueza que difícilmente volverá a dar. El PIB generado por la construcción del AVE ha sido muy importante, seguramente mayor que la de una ágil, práctica y extensa infraestructura ferroviaria de transporte de mercancías y pasajeros.
El caso de la contaminación aún es más lacerante. Si una empresa al producir contamina un río, el PIB aumenta, quizá más de la cuenta porque al ahorrarse el coste de no contaminar aumenta el valor añadido de su producto. El perjuicio a la sociedad puede ser superior incluso que el PIB creado. Si el Estado se encarga de limpiar el río, el PIB sube; si más adelante decide invertir para recuperar la naturaleza perdida, el PIB vuelve a subir. Es decir, el PIB, gracias a la pérdida de recursos y al gasto inherente a ella, ha aumentado mucho más que sino se hubieran perdido.
Imaginemos la construcción de dos complejos hoteleros en dos sociedades distintas. Necesariamente se deberá construir la infraestructura necesaria, primero para la logística, es decir las carreteras, los tendidos eléctricos y la garantía de generar la energía suficiente, los del gas, el agua, el carburante, etc. Eso representa una fuerte subida del PIB. Seguidamente se deberá contratar personal tanto para el complejo como para todo el tejido comercial y de ocio que se creará a su alrededor, adaptado a la clase de clientela de cada complejo.
El coste de cada complejo es prácticamente el mismo, sin embargo, la primera sociedad ha optado por un sistema estacional, mientras que la segunda se ha decidido por un sistema atemporal. El primero es a todas luces vacacional y de ocio, mientras que el segundo a su alrededor ha creado una red de museos o industrias. La infraestructura del primero será utilizada al 100% solo durante una parte del año, mientras que la del segundo podrá utilizarse todo el año.
Las subvenciones restan en el cálculo del PIB, de modo que cualquier gasto que cubra la diferencia de utilización habría de ser descontado del producto; por eso el estado elude cubrirla con subvenciones, dejando que los actores principales, es decir los hoteleros y los trabajadores busquen salidas que terminarán generando el PIB que se pierde con la infrautilización. El coste social es muy elevado e incide negativamente en la calidad de vida y el bienestar, la salud mental e incluso en la calidad a futuro de la inversión.
A nuestro modo de ver hay que buscar nuevas herramientas para medir la riqueza de las sociedades, además hacerlas extensivas a todo el planeta para así poder combatir mejor la pobreza. En un mundo global, la pobreza de una sociedad incide directamente sobre las demás más ricas. Y eso no es ninguna novedad, migraciones las ha habido siempre y a veces más intensas. El aumento y la facilidad en el transporte han ido acompañados de nuevas tecnologías y medios para evitar la migración descontrolada. No se trata de mejorar el control de fronteras sino de conseguir que los ciudadanos de otras sociedades tengan expectativas de prosperar y puedan desarrollar sus inquietudes y sus aptitudes sin necesidad de emigrar.
El PIB nunca fue una buena herramienta para medir la riqueza de las sociedades, pero no por ello hay que desecharlo sino utilizarlo para valorar la producción de bienes de una sociedad, tras corregir algunas bases de cálculo.
Índice de Desarrollo Humano
En 1990 los economistas Mahbub Ul Haq y Amartya Sen crearon el Índice de Desarrollo Humano, a partir de ahora IDH, para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), enfocado principalmente para comparar los distintos grados de desarrollo con respecto al nivel de vida, la educación y el bienestar, en cada sociedad. Este sistema de medición tiene la ventaja de poder analizar y comparar países, regiones, ciudades y hasta pueblos.
Desgraciadamente el IDH queda descaradamente corto en muchos aspectos, además de no reflejar la situación real de los pocos factores que tiene en cuenta. Indudablemente representa una mejora con respecto al sistema de medición del PIB, pero se basa en él para formular, aparte de utilizar el dólar como medida de valor.
Por poner un ejemplo, en educación el porcentaje de gasto más importante es el laboral, que es la base misma del sistema educativo. El salario de un maestro en Polonia es de 520€, mientras que en España es de aproximadamente 2.000. El presupuesto, sin embargo, es la mitad por habitante. No debe extrañarnos que en Polonia haya más profesores por número de alumnos. Pero a eso también debemos añadir más factores, como la corrupción y la administración, que inciden en la proporción de directivos, asesores, etc. por número de estudiantes. En nuestra propia sociedad podemos encontrar más maestros y aulas por estudiantes en Asturias que en Catalunya, aún siendo ligeramente inferior la inversión por estudiante en la primera. El grado de alfabetización, aún siendo importante, no muestra la situación real, como es el nivel de compresión de la lectura, el conocimiento del idioma o la facilidad de cálculo. Es decir, que no porque haya más inversión y la misma alfabetización, la sociedad es más culta o con más capacidad de crítica. Hemos mostrado esos dos ejemplos porque según el IDH, en educación España está por encima de Polonia, cuando en realidad es muy parecida. Según el IDH la diferencia con Cuba aún es superior, sin embargo, la diferencia real de maestros, medios, aulas, es decir la real, es radicalmente distinta, incluso en el presupuesto. Un maestro cubano cobra menos de la mitad que uno polaco, mientras que el presupuesto en educación por habitante es algo superior.
Con respecto a la sanidad podemos encontrar los mismos defectos, que se vislumbran en una situación de crisis como la actual pandemia. El presupuesto puede ser importante, pero lo es más el número de camas y el de sanitarios en relación al número de habitantes.
Esos defectos de valoración se pueden extrapolar en todos los ámbitos, estén o no reflejados en el IDH, desde los Servicios Sociales hasta la calidad en la alimentación, con el número de personas que viven en la calle o en situación de pobreza real, en la obesidad infantil, etc.
Esta manera de valoración muestra una predisposición favorable hacia un modelo social y económico determinado, algo que la invalida sino completamente sí en parte. Es decir, que el IDH solo es funcional en las sociedades que se rigen con este sistema y bajo unos condicionantes limitados por una moneda determinada. El prejuicio que muestra hacia otros sistemas nos obliga a buscar unos parámetros más independientes y fiables, ajenos a cualquier veleidad ideológica.
Otra de las variables que el IDH no tiene en cuenta o, en el mejor de los casos, pretende que surja mediante la misma búsqueda del bienestar, es el medioambiente, la contaminación y el beneficio de la implantación de las nuevas tecnologías, tanto de la información como del mismo desarrollo humano.
Es por eso que nuestra propuesta no busca cambiar la nomenclatura ni la idea primigenia, que las consideramos acertadas, sino la base misma de su cálculo, ya que la actual ha nacido contaminada desde su inicio, ampliándola y desactivando cualquier prejuicio ideológico o de interés político, para enfocar el estudio exclusivamente en la independencia científica en servicio de la humanidad.
Conscientes que la mejor definición es la que explica el objetivo, que es el nivel de desarrollo de una sociedad, bautizaremos la nueva magnitud como Índice de Desarrollo Humano, Human Development Index en inglés, por lo cual y para brindar una misma sigla global, a partir de ahora (HUDI).
Esta magnitud será el resultado de una fórmula a partir de una serie de índices, que partirán de 0 como media, cuyo máximo y mínimo número de valoración dependerá de su importancia para valorar la magnitud. Por ejemplo, si el número de metros cuadrados de vivienda por habitante, tiene menos valor que el abandono escolar, capacidad de lectura y cálculo, número de estudiantes por aula y profesor; el primer índice podría encontrarse entre el +5 y el -5, siendo el 0 el punto medio; mientras que el segundo índice entre el +10 y el -10. De esta manera el índice incidirá con más valor en el cómputo final de la magnitud total. Asimismo este sistema facilitará una valoración comparativa de cada índice con el resto de sociedades.
Para valorar la magnitud total, es decir el HUDI, se deberá utilizar los índices extraídos de:
- El porcentaje de pobreza y el de personas en riesgo de entrar en ella.
- El Coeficiente de Gini.
- El grado de violencia doméstica o machista.
- El desempleo, horas trabajadas/habitante, calidad de empleo
- La calidad en la alimentación.
- Salud Mental, alcoholismo y drogadicción.
- Seguridad, policías-delitos por 1.000 habitantes, grado de represión.
- Sanidad pública, sanitarios, camas, Centros de Salud por 1.000 habitantes.
- Esperanza de Vida
- Educación, escuelas, aulas, maestros por 1.000 habitantes en edad escolar.
- Nivel de escolarización, abandono escolar, capacidad de lectura y cálculo por edad.
- Viviendas por cada 100 habitantes, metros cuadrados por habitante , ciudadanos y porcentaje de familias sin hogar.
- Grado de independencia filial, por edad, trabajo y familia.
- Igualdad de género en cada uno de los índices.
- Independencia de movimientos, automóviles por cada 100 habitantes
- Servicios Públicos de Movilidad por cada 1.000 habitantes y 100 Kilómetros.
- Grado de independencia judicial y policial en relación a cualquier ideología.
- Independencia de Medios de Comunicación con respecto al Estado y las facciones políticas.
- Grado de Contaminación y Densidad Demográfica.
- Protección Medioambiental, Hl. agua potable por habitante, estado del aire, de ríos y del mar, biodiversidad.
- Metros cuadrados de Zona Verde por habitante.
- Grado de Cultura, teatros, auditorios, bibliotecas por cada 1.000 habitantes
- Corrupción política y funcionarial
- Libertad de Opinión, persecución, censura.
- Servicios Sociales, centros y trabajadores por cada 10.000 habitantes.
- Grado de Transparencia en la función pública, ley, seguimiento y publicación.
- Capacidad de comunicación ciudadana, teléfonos, ordenadores personales, internet y capacidad por habitante.
- Grado de protección de datos personal y de confidencialidad.
- Gasto en defensa por habitante.
- Deuda externa por habitante.
Para extraer el HUDI con la suficiente o mínima fiabilidad es necesario integrar todos los índices expuestos, dejando abierta la posibilidad de afinar o perfeccionar su modo de valoración individual, así como ampliar su número.
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